DICCIONARIO DE PSICOLOGÍA (3 ED.) – EZEQUIEL ANDER-EGG

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Descripción

Hace más de medio siglo —a comienzos de la década de los sesenta—desarrollaba variadas actividades en tres ámbitos profesionales: la educación, el trabajo social y la animación sociocultural que implicaban “estar en la línea de fuego”. Quienes pusieron en circulación esta calificación, sostenían que define la labor en trato directo con los destinatarios y donde es fundamental la práctica profesional que sólo es significativa cuando el sustento teórico es adecuado y consciente. En la teoría se formulan conceptos para definir, comprender e iluminar la realidad sobre la que intervenimos con nuestras acciones concretas y coherentes. Todo referente teórico, como nos enseña Bunge, sirve para “ordenar la lectura de la masa de los hechos”, pero no dice qué hacer y cómo hacer — ello corresponde a los métodos de intervención social—. Una formación teórica no es una formación libresca: es una construcción mental que explica, ilumina e interactúa con las referencias empíricas que la modifican, la consolidan o la transforman. ¿Qué disciplinas colaboraron para iluminar los tres ámbitos de acción profesional que mencioné en el primer párrafo? Desde el primer momento sostuve mi hacer en la psicología, la sociología y la antropología. Sin embargo siempre me mantuve en la búsqueda y así fue que, un marginado de la sociología académica de Estados Unidos, poco antes de su muerte en 1962, Charles Wright Mills, me dio la clave para centrar mi soporte teórico, en 3 5 su formulación sobre la Imaginación sociológica, de centralidad indiscutible en su pensamiento. La imaginación sociológica constituye una cualidad mental que permite una comprensión profunda acerca de lo que está ocurriendo en el mundo y en uno mismo, como punto de intersección entre la biografía personal y la historia. Le otorga, además, un mayor nivel de relevancia al análisis de los asuntos humanos —cuestión que está presente en todo trabajo que realizamos con la gente—, puesto que la imaginación sociológica permite que uno se conozca a sí mismo en un escenario histórico más amplio pues ayuda a explicar y describir la forma de ser de los sujetos en el mundo. Wright Mills me hizo pensar que todo esfuerzo por conocer la realidad en la que uno va a actuar, al integrar la biografía personal y la historia, desarrolla nuestra agudeza y nuestra perspicacia para asombrarnos, y el asombrarnos nos lleva a la curiosidad y a preguntarnos. Espolea nuestra imaginación. Sumé a las ideas de Wright Mills el pensamiento y las reflexiones que, a mediados de los años treinta, Ortega y Gasset había escrito en su libro Historia como sistema, “la vida humana es la realidad radical, en el sentido de que a ella debemos referir todo lo demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella…. La vida nos es dada… No nos es dada hecha, sino que tenemos que hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer.” Durante todos los años de mi trabajo, mi preocupación estuvo centrada en la mejora de las condiciones del quehacer de cada ser humano mientras viven el proceso de construir “su vida”. Por ende continué interrogándome acerca de la ciencia que estudia de manera especial “lo humano” y a la que recurrimos los que trabajamos en forma directa con la gente. Sin excluir a ninguna de las ciencias sociales, ni la filosofía, ni la ética, focalicé mi 4 6 atención en la Psicología, convencido de su importancia. Durante dos años dediqué parte de mi tiempo a conocer esta ciencia y cuáles eran los términos fundamentalmente psicológicos utilizados en las tres modalidades de intervención surgidas de la educación, el trabajo social y la animación sociocultural. Incluyo a continuación algunas advertencias que me parecen pertinentes, por una elemental honestidad intelectual y que ponen de manifiesto mis limitaciones: a) No soy psicólogo. Si bien, dos de mis hijos y una nuera si lo son, los diálogos que he mantenido con ellos no garantizan que haya adquirido suficientes conocimientos sobre esta ciencia, aunque haya aprendido de los tres: Javier, Guillermo y Miriam. b) Soy consciente de que la lectura que, desde hace años, he realizado de Erich Fromm, Viktor Frankl, Abraham Maslow, Carl Rogers y de manera parcial de Sigmund Freud y Carl Jung, tampoco me transforman en un especialista en el conocimiento psicológico. c) La revista del Colegio de Psicólogos de España me ha permitido conocer algunos temas que preocupan a la profesión sin embargo no formo parte del colegio profesional. d) Al terminar la redacción de este trabajo, cotejé mis definiciones con las de otros seis Diccionarios de Piscología y el Diccionario de Medicina, publicado por la Universidad de Navarra. e) Casi todos los términos que contiene este Diccionario, ya habían sido definidos en los otros tres Diccionarios ya publicados: el de Trabajo Social, el de Educación y, en menor medida, en el Diccionario de Política. f) A partir de mi trabajo, desde hace más de dos años —y de manera creciente— me fui convenciendo de que, mientras no conozcamos el funcionamiento del cerebro, gracias a los aportes que nos proporciona la 5 7 neurociencia y la nanotecnología, restringimos nuestro saber en materia de psicología. Los estudios que el neurocientífico Antonio Damasco hizo sobre la base cerebral de las emociones, por los cuales detectó razones más profundas y un fundamento científico más contundente nos permiten afirmar que un mayor conocimiento del cerebro nos posibilitaría una mayor comprensión de la psicología y de los seres humanos. g) Como en la redacción de los otros Diccionarios, en este también soy consciente de que corre el riesgo de “sufrir una obsolescencia” que lo haga poco útil. Es lógico que esto suceda conforme cambian los tiempos, las ciencias, la realidad, los problemas que se tratan y los métodos, técnicas y procedimientos de actuación o de tratamiento de los problemas. Cada uno de nosotros está situado en una dinámica de la provisoriedad. Es así que lo que contiene este trabajo responde a una determinada etapa histórica, que da cuenta de algunos términos significativos para la educación, el trabajo social y todo aquello que concierne a la animación sociocultural. A modo de reflexión final me interesa dejar puntualizado que durante todos los años de trabajo he valorado el soporte que la psicología en general y a la psicología social en particular han brindado a cada actividad diseñada y desarrollada en los diferentes contextos humanos y por esta razón he decidido sistematizar los conceptos surgidos de una práctica de interacción cooperativa entre mis propios pensamientos, mis experiencias y las de muchos profesionales, especialmente el intercambio con la profesora Marilí Cedrato quien además contribuyó en la redacción del texto. Ezequiel Ander-Egg Martínez

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